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*This article was written in April 2021.

 

La violencia contra las mujeres, así como la homofobia, son un problema social y de salud pública en nuestro país y en diversas partes del mundo. Casi la mitad de las mujeres en México han experimentado algún tipo de acoso y violencia por razón de su género; los feminicidios se han incrementado de manera dramática, hasta llegar a un número de diez asesinatos diarios de mujeres en el país. 

 

La violencia obedece a múltiples factores, pero se intensifica cuando el contexto sociocultural la justifica, promueve o tolera. Y aquí es donde entra la responsabilidad de la sociedad civil, de las escuelas, del profesorado, de los medios de comunicación y de la familia. Este mal prospera debido a la desigualdad y a la exclusión que provocan las consideraciones culturales, económicas y sociales que ubican a miembros de ciertos sectores como personas de menor valor: a las mujeres con relación a los hombres, y a las personas homosexuales y transexuales con relación a las heterosexuales y cisgénero.  

 

La igualdad y equidad de género se aprenden, como muchos otros saberes, en los primeros años de nuestra vida, en nuestras casas, en la sociedad, en las iglesias y en las escuelas. La igualdad y la equidad de género tendrían que ser ya una forma de vida, un modo ordinario de conducirse en la vida cotidiana, no un tema especial o un área aislada en los centros educativos, o en las instituciones y en las universidades. Tienen que ser una actitud de vida.  

 

Desde la educación preescolar y en la familia tenemos que educar en la práctica para la igualdad. La inferioridad y superioridad entre géneros se inculca desde la infancia. En las escuelas, a través del currículo oculto, se empiezan a inculcar los mandatos de género. Las actitudes machistas, el sexismo, la discriminación, el abuso constituyen una violencia cultural que se aprende desde la primera infancia y que sustenta diversas formas de violencia directa.  

 

Hace poco leí un comentario de un educador español, Manuel Cáceres que dice: “Como el niño no lea en su casa, no aprende a leer. A tocar la guitarra se aprende tocando la guitarra. Pues lo mismo con la igualdad”. 

 

La educación para la igualdad, la no discriminación y la paz es fundamental para contrarrestar la naturalización y normalización de la violencia desde la infancia. El proceso educativo nos da la oportunidad de desaprender esos prejuicios y conductas agresivas, para aprender a valorar y respetar a quien es diferente, a evitar la violencia, así como a resolver y transformar los conflictos a través del diálogo y la negociación.  

 

Por otra parte, los libros de texto y la formación del profesorado en los temas de género, así como en la prevención de la violencia de género, también son fundamentales dado el impacto que tienen en la transmisión de conocimientos y actitudes dentro del aula. En una investigación realizada recientemente en el estado de Querétaro, por parte de la Mtra. Paulina Latapí, de la Universidad Autónoma de Querétaro y la Coordinadora del Programa de Asuntos de Género de nuestra Universidad Iberoamericana, en la que participaron 70 docentes (aproximadamente 48% mujeres y 52% hombres) de los 18 municipios, que dan clase a tercer grado de secundaria en diversas asignaturas, se encontró que el 60 % de las y los docentes consideran que el Libro de Texto Gratuito, obligatorio en México, es utilizado preponderantemente en el aula, 41% lo consideran un importante material de apoyo para el trabajo en clase, 27% lo consideran un complemento, 15% un recurso informativo, 13% una guía para seguir y 4% un apoyo para la evaluación.  En conclusión, que tiene un papel muy relevante para la educación de los niños y niñas. Pero también se encontró que el 85% de las profesoras y el 76% de los profesores, piensa que debería resaltarse más la participación de las mujeres en la sociedad y la ciencia.  

 

Se requiere que cada persona que educa reflexione sobre lo siguiente: ¿Qué tipo de personas queremos formar para el futuro en nuestras escuelas y universidades? ¿A qué tipo de sociedad le estamos apostando con la educación que estamos dando a nuestra infancia y juventud? Nosotros mismos, nosotras mismas, ¿concebimos a los seres humanos, todos y todas, iguales en dignidad y derechos?